*THE AQ INTERVIEW*
“MI NOCHE CON LA RATA”
(ó “De cómo el Rat Pack se metió paulatinamente bajo mi piel”)
por Gustavo J. Aquiles.-
Ya son casi las 9 y el enorme (pero intelectualmente limitado) encargado de seguridad del boliche aún no encuentra mi nombre en la lista de invitados. “Aquiles con K?”, me pregunta el muy hijo de puta por tercera vez, aún sosteniendo esa sonrisita de imbécil. Suspiro. “Con Q, de quemado”, le respondo y miro como pasa un grupo de bellas señoritas de ropa ajustada, anteojos y accesorios fluorescentes frente a mí y entran sin dar ningún tipo de explicación. Mierda. Detesto la música electrónica. El cóctel de aspirinas, pastillas y Whisky barato comienza a hacer efecto. Sin duda estoy perdiendo la paciencia. Me siento como el Hunter Tomphson del subdesarrollo. Muestro mi credencial una vez más. Pase de prensa las pelotas. No podría entrar gratis ni al entierro de mi abuela con esta acreditación de mierda (La cuál agradezco infinitamente a mis empleadores). “Pasá”, me dice el encargado de enormes pectorales y neuronas pequeñas como ladillas. Estoy adentro. Mierda. Lo logré. Música pop remixada. Chicas riendo, sueltas de ropa o de cualquier signo de decencia. Drogas hasta en la sopa. Postales de la fiesta privada posmoderna.
“MI NOCHE CON LA RATA”
(ó “De cómo el Rat Pack se metió paulatinamente bajo mi piel”)
por Gustavo J. Aquiles.-
Ya son casi las 9 y el enorme (pero intelectualmente limitado) encargado de seguridad del boliche aún no encuentra mi nombre en la lista de invitados. “Aquiles con K?”, me pregunta el muy hijo de puta por tercera vez, aún sosteniendo esa sonrisita de imbécil. Suspiro. “Con Q, de quemado”, le respondo y miro como pasa un grupo de bellas señoritas de ropa ajustada, anteojos y accesorios fluorescentes frente a mí y entran sin dar ningún tipo de explicación. Mierda. Detesto la música electrónica. El cóctel de aspirinas, pastillas y Whisky barato comienza a hacer efecto. Sin duda estoy perdiendo la paciencia. Me siento como el Hunter Tomphson del subdesarrollo. Muestro mi credencial una vez más. Pase de prensa las pelotas. No podría entrar gratis ni al entierro de mi abuela con esta acreditación de mierda (La cuál agradezco infinitamente a mis empleadores). “Pasá”, me dice el encargado de enormes pectorales y neuronas pequeñas como ladillas. Estoy adentro. Mierda. Lo logré. Música pop remixada. Chicas riendo, sueltas de ropa o de cualquier signo de decencia. Drogas hasta en la sopa. Postales de la fiesta privada posmoderna.
¿Qué carajo estoy haciendo acá? Pensá, Aquiles. Tiene que haber una razón. Que el Whisky barato no te capture por completo (no aún). Muñecos. Eso es. Viniste a entrevistar muñecos. Y eso es lo que vas a hacer.
“Lo que más me gusta de este laburo es cuando me pagan” dice uno de los muñecos, que en realidad resulta no ser un muñeco en sí, sino una especie de chofer de los muñecos (Esto se está complicando). Su nombre es Fernanda. Sí, es mujer y sólo tengo tres palabras para ella “baño de crema” (Estoy hablando de su pelo, maldito pervertido).
Estamos en el sector VIP de un popular boliche de la costanera. Su servidor, el chofer, 169 botellas de Vodka (aunque soy honesto, no las conté) y tres muñecos desquiciados. Y estos son muñecos de verdad. Tienen sus disfraces puestos y todo. Son sin duda el “Rat Pack”. Un comando de hombres (y mujeres) muñeco-inadaptados que trabajan en un tren de la alegría, acreedores de un grado de popularidad tal en los últimos meses que se les hace casi imposible esconder la suculenta cantidad de ego dentro de sus abultados trajes.
“Te voy a ser honesta, me parece prácticamente imposible que retrates con exactitud un fenómeno artístico de esta magnitud”, me dice un muñeco de Barney el dinosaurio. “Chupala Barney”, pienso. Luego se sacó el traje. Dentro de ese grotesco y detestable engendro púrpura se encontraba una delicada y joven señorita de movimientos suaves y una mirada que cautivaría al mismísimo Dios-muñeco. “Qué buena que estás Barney”, pienso, por segunda y probablemente última vez esta noche.
“Yo tengo algo para acotar”, dice otro de los muñecos. Ducha fría. Es un tipo. Un Power Ranger color rojo, “Sólo quiero aclarar que yo esto lo hago por los chicos”, luego comienza a gritar inexplicablemente “Dino Trueno, dame poder” y cosas por el estilo. La falopa, pienso y miro al último muñeco. Es él. Mickey “soy la rata del pueblo” Mouse. Los ojos negros, profundos y carentes de vida me perturban. “Me llamo Marili”, dice, “Marili sin apellido, Marili sólo, como MADONNA” (SIC)
Esta va a ser una entrevista infumable.
FE es Fernanda, el chofer del tren. PR es Power Ranger, BA es Barney el dinosaurio y MI es Mickey Mouse y AQ soy yo. No jodan.
AQ: ¿Cómo se forma el grupo?
FE: Uy, qué mierda de pregunta. Es una historia muy larga…
BA: (Ríe) Larguísima…
MI: Tengo hambre.
FE: El tren de la alegría era de mi tío y se murió.
PR: Fue muy triste…
BA: Mejor ni recordarlo…
MI: Mi color favorito es el azul…
FE: Me puse a laburarlo yo, que de trenes no sabía mucho y de alegrías mucho menos…
PR: Fueron tiempos difíciles…
BA: Sentimos la realidad de golpe…
MI: Yo soy de géminis…
AQ: ¿Cómo se sienten ahora que el espectáculo es un éxito?
FE: Bien.
BA: Bien.
PR: Bien.
MI: Tengo un perro y dos gatos y un pez. Todos se llaman “Jeremías”. Excepto el pez. A ese hijo de puta nunca le voy a poner nombre, ¡Nunca!
Silencio.
AQ: ¿Les interesa alguna otra forma de expresión artística más allá del entretenimiento para niños?
FE: No.
BA: Sí, la danza, la pintura, el cine, la fotografía, la escultura y el sexo tántrico.
PR: Yo me compré la X-BOX.
MI: Son dos cucharaditas de azúcar, un cuarto de leche, canela y media hora fuego moderado.
AQ: ¿Qué profesión además de la suya les gustaría intentar?
FE: Cualquiera. La que sea. Todo menos esto.
BA: Siempre quise ser muñeco. Este es mi destino. Y estoy dispuesta a todo por conseguirlo.
PR: Me gustaría haber sido un vaquero astronauta con superpoderes que se pueda hacer invisible pero que brille en la oscuridad.
MI: Juez de la suprema corte. Con superpoderes que se pueda hacer invisible pero que brille en la oscuridad.
PR: Copiona.
MI: Copiona vos.
El Power Ranger y Mickey Mouse se golpean el uno al otro en una infantil pelea que ya nadie recuerda cómo empezó. Fernanda pone orden. Trato de pedirle el número de teléfono a Barney, pero nuevamente me interrumpen…
FE: Perdonalos, es que son como chicos…
BA: Sí, son hiperactivos…
FE: Hinchapelotas iba a decir yo, pero sí, eso también…
AQ: ¿Tienen algún tipo de referente?, Porque hay pocos muñecos de tren de la alegría que hayan salido del anonimato…
PR: Mi ídolo es el Power Ranger Rojo…
MI: No te podés elegir a vos.
PR: Yo elijo lo que quiero.
MI: Entonces yo elijo a Mickey.
PR: Bueno, perfecto.
MI: Bueno, perfecto.
PR: ¿Vas a repetir todo lo que digo?
MI: ¿Vas a repetir todo lo que digo?
PR: Basta.
MI: Basta.
PR: Mickey es un estúpido.
MI: Mickey es un… Ah… Casi, casi, eh… Sos bueno hijo de puta… Ya vas a ver…
BA: Personalmente, a mí me llegó muchísimo el método de Chéjov de interpretación muñequística y las teorías que presenta en su libro “Yo y las caretas gigantes” que es difícil de conseguir pero interesantísimo. Para el próximo año me gustaria presentar el “Rat-Pack Chéjov”…
FE: Eso está por verse…
BA: Es una idea nada más.
MI: A mí me gusta el material profundo. Algo oscuro y existencialista…
BA: ¿Algo al estilo de lo que hizo Ingmar Bergman con “El séptimo sello”, decís?
MI: Sí, pero más bien como lo que hizo Bruce Willis con “Duro de Matar 4.0”. Dios mío, que huevos que tiene ese Mc Clane.
Estoy demasiado borracho para terminar la entrevista. Barney no me da ni bola y Mickey me está masticando el brazo. Me despido del “Rat Pack” cordialmente. Curioso grupo. Salgo del boliche algo aturdido. Deben ser como las doce. Algo en la dualidad de estos individuos me hace sentir un tanto melancólico. Algo en le estómago me quema. El puto Whisky.
Se me acerca una pantera rosa a ofrecerme un globo. La pateo en la entrepierna y me voy a dormir. Demasiados muñecos para una sola noche.
AQ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario